El acoso escolar o bullying se asocia a las edades en las que el niño forma parte de
la educación primaria obligatoria, fundamentalmente después de los seis años de edad. Pero lo
cierto es que en la educación preescolar es donde comienza a gestarse, por lo que resulta aún más
importante detectar cuando un niño es víctima o victimario del acoso en estas edades para evitar
que se hagan habituales estas conductas.
Antes de los tres años de edad, el niño es incapaz de tener sentimientos de
empatía, simplemente carecen de esta habilidad cognitiva. A razón de esto las conductas que pueden
parecer violentas deben ser evitadas y corregidas por los educadores, sin que tengan la mayor
trascendencia, porque realmente el niño no es consciente de lo que hace ni la relevancia que tiene
su actuar.
A partir de los cuatro años, cuando el niño ha desarrollado su autoconciencia ya
comienza a evaluar sus actos y las consecuencias de los mismos. Las conductas que puedan indicar
Bullying
deben ser atendidas con rigor, ya el niño es capaz de ser empático y es consciente de cuando actúa
mal, por lo que no hay ninguna justificación para dejar pasar por alto las señales de acoso
escolar.
El bullying no comprende solo la agresión física, también se considera
bullying los insultos, los gritos, que el niño sea excluido socialmente de su
grupo, los comentarios negativos entre los compañeros fomentados por el victimario etc.
Estas conductas pueden ser el resultado de un aprendizaje desde la experiencia del niño en su
hogar, bien por ser tratado de esa manera o por ser testigo de un trato similar, también pueden ser
comportamientos con los que el niño intenta llamar la atención.
Es normal y esperado que los niños en edad
preescolar
se peleen, es algo natural de lo que aprenden varias habilidades sociales que les permitirán
aprender a trabajar en grupo, a perdonar y ser perdonado, a colaborar, negociar y a ser juzgado por
sus acciones con los otros niños. Sin embargo conductas agresivas tanto verbales como físicas que
sean habituales, mantenidas y dirigidas comúnmente hacia el mismo niño son una alarma de que puede
haber acoso. El bullying en esas edades ciertamente es complejo de definir y hay que ser muy
cuidadoso para determinar a una víctima o victimario de acoso preescolar, porque se estaría
etiquetando al niño, por lo que hay que estar muy seguro para abordar el tema, tanto con los
padres, como con los niños con el fin de tomar medidas. Por esto los educadores tienen que estar
atentos a las señales, algunas de las cuales son:
- Las peleas por Bullying no acaban en la situación concreta del acto, si no que
uno de los niños comienza a padecer de baja autoestima, manifiesta que siente miedo y se comporta
en clase ansiosamente.
- Las peleas por acoso no comienzan por un problema concreto o una situación de
desacuerdo entre los niños que se molestan y pelean, sino que son conflictos que perduran, son
peleas recurrentes en las que uno de los implicados sufre y el otro está disfrutando del daño que
provoca.
- Los bullies (los niños victimarios en el acoso) son conscientes de que
están haciendo algo malo y de que pueden ser castigados o reprendidos por estas conductas
negativas, por esta razón se esconden e intentan disimular sus actos frente a los educadores o
familiares.
- Los bullies se comportan como líderes negativos, son capaces de hacer que otros
niños rechacen a uno del grupo, pueden incentivar a otros a comportarse de su misma manera e
incluso a hacer parecer culpable a alguno de sus actos.
De la misma manera que se detectan señales para poder identificar a los bullies,
también se hace necesario saber cuándo un niño está siendo víctima del
acoso preescolar.
Un niño sometido al Bullying comienza a negarse a ir a la escuela o
guardería,
rechaza las salidas al jardín con el resto de los niños. Normalmente el preescolar acosado hace
algún comentario a sus padres de que algún niño le molesta o que su antiguo amigo ya no lo es.
Puede quejarse de jaquecas u otra dolencia cuando tiene que hacer
actividades
grupales. Comienza a aislarse, sentarse apartado en una esquina introvertido. Emite opiniones
negativas sobre él mismo, se queja de ser tonto o de sentirse triste, cree que nadie le quiere y se
comporta melancólico en casa. Puede incluso, que el niño llegue a casa con algún golpe o moretón,
lo que puede ser perfectamente normal, pero el niño víctima del Bullying ante las preguntas de los
padres sobre los golpes refiere que no sabe o no recuerda cómo se los hizo.
Ante cualquiera de estos indicios hay que comenzar a tomar medidas, desde el
hogar, los padres tienen que establecer una buena comunicación con el niño, con el fin de ganarse
su confianza y garantizar que sea capaz de contarles lo que le sucede. No se debe juzgar al niño,
ni hacer que crea que por contarlo puede tener problemas con la educadora o con el resto del grupo,
es necesario que cuando cuente sus problemas los adultos no se muestren alterados.
Ante la referencia del niño de que algo va mal con los compañeros no se puede
siempre suponer que son cosas de niños que luego pasan, siempre se debe contrastar la información
con los educadores.
El acoso preescolar muchas veces sucede y los adultos no se enteran o lo hacen
cuando ya el niño está muy afectado, una de las maneras de evitar esto es preparar, educar al niño
para que sepa actuar ante los abusos de otro, si el niño es capaz de pedir ayuda cuando lo necesita
o se enfrenta de manera efectiva ante el maltrato, se le estará protegiendo de antemano de ser
acosado.
El niño necesita amigos, una red de apoyo social que incluya actividades
fuera de la escuela, los padres pueden invitar a algunos amigos a casa, al parque y así ver también
los comportamientos de su hijo y del resto de los niños para con él, de la misma manera en que
también se van conociendo los padres que pueden en un momento dado compartir información sobre algo
que pueda estar pasando. Si el niño tiene amigos será más difícil que sea víctima del acoso escolar
que si es un niño solitario.
Si la situación se mantiene los padres tienen que involucrarse, aunque los
educadores no perciban lo que sucede, si el niño está deprimido y no quiere participar y ha
cambiado su manera de ser hay que tomar medidas, identificar el problema, hablar con los padres del
bully, con los maestros, con la dirección de la institución, pero siempre teniendo en cuenta que no
se debe hacer nada que pueda empeorar la situación para el niño.