La estimulación temprana se comprende desde el nacimiento hasta los seis años de edad. Se
apoya en un grupo de técnicas, metodologías, medios y actividades diversas con un fundamento
científico. Esta estimulación tiene como finalidad lograr un desarrollo a nivel psicológico,
cognitivo, físico e intelectual de forma continuada, periódica y sistemática. Con la educación
consciente y dirigida desde estas edades tempranas se intenta evitar trastornos en el desarrollo,
detectar y potenciar habilidades, así como colaborar y apoyar a los padres y la familia en el
adecuado cuidado de los infantes.
Con el fin de propiciar el adecuado desarrollo, la
estimulación temprana
se centra en cuatro áreas diferentes:
Área cognitiva: Con el objetivo de favorecer los procesos de memoria,
atención, lenguaje, pensamiento y percepción, se trabaja en esta área a partir de la experiencia,
exponiendo a los niños a diversas vivencias que le permitan desarrollar su capacidad de adaptación
a nuevas situaciones.
Área Motriz: Esta área de la estimulación temprana se dirige a la
capacidad de desplazarse y moverse en el espacio, que es lo que le abre un abanico de posibilidades
al niño para relacionarse efectivamente con su contexto y le dota de autonomía. Los ejercicios de
coordinación donde tiene que alcanzar cosas con los dedos, la pintura, los Lego, son algunas de las
actividades
que favorecen el desarrollo de esta área, que se centra en la manipulación de objetos, propiciando
que el niño explore e interactúe con ellos.
Área de lenguaje: La habilidad de comunicarse es una de las más
importantes en estas edades del desarrollo, tanto con sus pares como con los adultos, el niño
necesita ser estimulado para ampliar su vocabulario, en tanto al aspecto expresivo del lenguaje.
También las expresiones y lenguaje corporal en el área de la gestualidad y la comprensión, que
aunque se viene desarrollando desde que nace y el niño es capaz de entender algunas palabras antes
de ser capaz de pronunciarlas, solo tendrá una evolución satisfactoria bajo la dirección adecuada
de un adulto. Es imprescindible hablarles correctamente y relacionando las palabras con los objetos
que describen o las actividades que haga.
Área Socio-emocional: Esta es el área de las relaciones, donde las
habilidades afectivas son el centro del proceso de socialización. El
párvulo
debe sentirse amado y capaz de establecer relaciones con otros. La comprensión de las normas se
aprende directamente en el ejercicio de la relación con otros niños, la familia y los educadores,
lo que le permite socializar en diferentes contextos y aprender a comportarse en dependencia de
estos.
En los primeros años, el cerebro del niño se desarrolla a un ritmo desenfrenado,
por lo que el aprendizaje es mucho más intenso, la plasticidad del cerebro hasta los 6 años
aproximadamente hacen que sea imprescindible una estimulación adecuada con el fin de aprovechar
esta instancia en la que las neuronas establecen conexiones de manera extremadamente eficaz. Con el
desarrollo de los órganos de los sentidos, los niños comienzan a obtener cada vez más información,
esta adquisición de contenidos en forma de estímulos será más efectiva para el desarrollo de la
inteligencia en tanto mejor dirigida esté por los adultos.